Redes sociales: la identidad fragmentada


Fito Espinosa: El sujeto escindido


Hace unas semanas se volvió viral una entrevista que lleva por título Una mala persona no llega nunca a ser buen profesional, realizada al neurocientífico y psicólogo de Harvard, Howard Gardner. Título que mueve más a la duda que a la certeza, nos desplaza desde el optimismo más chabacano y ramplón, a la pregunta filosófica de ¿qué es ser bueno y qué es ser malo? La opinión del psicólogo es determinista, contundente. Generaliza que ningún profesional “malo” puede alcanzar la excelencia en su desempeño. Luego, Gardner, hace una ligera curvatura hacia la ética, es decir, bueno + ético = excelencia profesional. Dos adjetivos distintos y abstractos que, a veces, se encuentran juntos o por separado. Y el hecho de que no se encuentren, tampoco comprueba que el sujeto se asuma a sí mismo como fracaso. Argumento un tanto moralino, porque en él subyace la sentencia de que “el bueno siempre triunfa contra el malo” (qué más quisiéramos). Pero lo extraño es que, ¿cuántos se asumen a sí mismos como malos? Eso representaría, para algunos, someterse al autoanálisis más riguroso. Para otros, sería lo más parecido al autosabotaje. El malo y la mala siempre son los otros “No me mires a mí, apunta pa´ otro lado”. Cada uno conoce sus motivos, sus razones y circunstancias. 



Postura contrastante, si la equiparo con la publicación que circuló el reciente fin de semana y, curiosamente, también se volvió viral “El día que Pablo Neruda violó a una mujer Dalit” a 31 años de la publicación de sus memorias Confieso que he vivido del cual se rescató un episodio relatado por el poeta en el que se deja entrever que cometió una violación en contra de una mujer de la raza Tamil, una casta paria que no pertenece a ninguna de las cuatro razas privilegiadas en India:



“Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama. Su delgadísima cintura, sus plenas caderas, las desbordantes copas de sus senos, la hacían igual a las milenarias esculturas del sur de la India. El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia”.


Las opiniones no se hicieron esperar ¿Fue el poeta Pablo Neruda un violador? Ni duda cabe. Entonces, ¿Puede una mala persona ser un exitoso profesional? Claro que puede, como puede un violador misógino y repugnante ser un excelente escritor o poeta. 

Con este ejemplo quiero ilustrar lo frívolo y poco consistente de las opiniones que se emiten en las redes sociales. Hubo usuarios que cayeron en contradicciones. No dudan en apoyar tal o cual publicación, según su fluctuante estado de ánimo o circunstancias personales. Los teóricos y/o académicos no son infalibles, debemos aprender a dialogar y eso es lo que las redes sociales no permiten prospere. 

La ilusión de inmortalizar el instante a través de nuestras cuentas personales y redes sociales, incita a creer que estamos en control de casi cualquier cosa. Las redes sociales son el boulevard de los sueños alcanzables, de las nubes y elefantes rosas, de los activistas de escritorio, el nuevo Coliseo romano, el lugar de escarnio público y guarida de los anónimos y los cobardes. El lugar donde se crea la ilusión de pertenecer a una comunidad; pero esa comunidad es ficticia, irreal, representa nuestra zona de confort: se bloquea a quien se desagrada, se elimina y se agregan nuevos contactos, se cierra la charla si se pone incómoda, en inbox se conspira, se husmea, se stalkea. Nuestra conducta es alienada por la tecnología, sus usos y costumbres se hacen ley. “La invasión de los necios” como la llamó Umberto Eco, es un peligro latente. Por un momento, se posa en nuestras conciencias que no hay límites. Se publica todo lo acontecido y, mejor aún, la foto. Se viaja ligero y con algo de dinero, algunos contactos como referentes y ¡Eureka! Habitamos una modernidad líquida “Los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran mientras los líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen” Z. Bauman. De la Modernidad líquida cruzamos a la Aldea global donde yo puedo tener lo que tú tienes; no habrá ningún problema si cohabitamos y aparentemente compartimos, ¿qué tanto es tantito? ¡Rompamos nuestro molde y hagamos uno amorfo de culturas híbridas y despersonalizadas! Siempre nos quedará Facebook, Instagram o Twitter.

Entre los aspectos positivos que he encontrado en las redes sociales ha sido revalorar la palabra amistad y la honestidad. Decir no a la sobreexposición. Las redes sociales con sus recovecos y artilugios inimaginables, me ha permitido ver el rostro oculto, las sombras y luces de las personas a mi alrededor. El síndrome de Procusto es el vivo ejemplo de que la maldad se mide por nuestra incapacidad de reconocer en el otro su espíritu de superación y talento “Se corta la cabeza y los pies de quien sobresale”, ¿cómo? difamándolo. Y eso proviene solamente del miedo, la inseguridad y falta de confianza en sí mismos. Los seres humanos somos blancos, negros, amarillos y pieles rojas... la condena proviene de la ignorancia: 

“Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.” Friedrich W. Nietzsche


Publicación para el portal: JuárezDialoga 


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