Larga vida, Elena
Recordando a Elena Garro
Entrevista a Patricia Rosas Lopátegui
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Elena Garro (1953) Foto, cortesía de Patricia Rosas Lopátegui |
"Yo no estoy para contar su existir ni ustedes para oírlo de mí. Solo puedo decir que he descubierto la poesía de Elena Garro en su plenitud gracias al tomo recopilado por Patricia Rosas Lopátegui a pesar de todas las tormentas vistas y sufridas por ella en la aventura en la que entró al enamorarse como nadie de la obra de Elena Garro. Ha sido una lucha tenaz, de heridas y combates, picaduras de avispas, hasta de parientes viles y ambiciosos. Este año estamos celebrando el centenario del nacimiento de Elena Garro. Sí la agarró a la Garro la hecatombe de la edad, pero su obra literaria crece sin la injuria del tiempo, algo así diría Sor Juana Inés de la Cruz, con la cual ha de convivir allá arriba al lado del Señor a quien no lo perturba nada, sabe y escribe Santa Teresa de Ávila. Entre escritoras te veas".
María Luisa "La China" Mendoza
Elena Garro sigue dividiendo opiniones. A unos pocos días de conmemorar el centenario, salieron a la luz dos incidentes imposibles de ignorar: la faja que acompañaba el libro Reencuentro de personajes (Editorial Drácena, 2016) y que tuvo que ser removida a causa de las protestas causadas por su publicidad grotesca y misógina. Durante la misma semana, se publicó la noticia de que Jesús Garro, sobrino y heredero de Elena Garro, demandó a la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) y a Patricia Rosas Lopátegui, biógrafa oficial de Elena Garro y Helena Paz Garro. Dicha demanda lo único que ha conseguido es retirar del mercado editorial el libro Cristales de tiempo, poemas inéditos de Elena Garro Resulta irónico que el libro de la controversia, publicado por una editorial extranjera, en el que no sólo la faja o cintillo es ofensivo, machista y misógino sino que el epílogo irrespete la memoria de Garro, además de manifestar un desconocimiento total de su vida y obra, siga en circulación y no así Cristales de tiempo.
Alrededor de la historia de Elena Garro y de Octavio Paz, se han construido altos e infranqueables muros que los han convertido en rivales eternos, no sólo a ellos, sino a los admiradores y lectores de su obra también los han dividido. Por un lado están los pacistas y del otro los garristas. Se vislumbra un nuevo bando enemigo: los que están de parte de Jesús Garro y los que están de lado de Patricia Rosas Lopátegui. En este combate y lucha de intereses estamos los lectores. Somos los que perdemos. Al retirar un libro del mercado editorial que no ofende a la memoria del autor ni a los lectores, retrocedemos.
Conmemorando el Centenario de Elena Garro descubriremos, de mano de su biógrafa oficial, su faceta poco conocida. Hablaremos de Cristales de tiempo, poemario inédito de Elena Garro. Los poemas, además del trabajo de edición, estudio preliminar y notas realizado por Lopátegui, son admirables. Es un reconocimiento a la obra poética desconocida de Garro, y que la ambición y codicia, una vez más, amenaza con mantener a la sombra.
Larga vida, Elena.
Patricia, El jueves 8 de diciembre, se publicó la noticia de que Jesús Garro, sobrino y heredero de Elena Garro, demandó a la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL) y a Patricia Rosas Lopátegui por robo y abuso de confianza “dice que no sólo no dio autorización para la publicación del volumen sino que además el libro contiene poemas que él ya había publicado en Elena garro en la intimidad, de 2009”. La demanda se interpuso el 20 de julio. En dicha noticia, el demandante asegura que Helena Paz le dio el poder como representante literaria, no como heredera ni tiene los derechos. A lo que JG pregunta ¿dónde está la autorización y con qué derecho está usted publicando?
Firmé contratos como agente literaria y biógrafa
de Elena Garro y de Helena Paz Garro en el invierno de 1997-1998. En este
contexto, las dos escritoras me entregaron la colección de poemas que publiqué
en Cristales
de tiempo..., así como el material que apareció en Yo sólo soy memoria. Biografía
visual de Elena Garro (Ediciones Castillo, 1999) y en Testimonios sobre
Elena Garro. Biografía exclusiva y autorizada de Elena Garro (Ediciones
Castillo, 2002). En el 2006, Helena Paz
Garro y yo firmamos otro contrato para continuar con esta relación, como lo
indico en el estudio preliminar de Cristales de tiempo...; dicho
contrato está vigente y es el que me autoriza a publicar los poemas de Elena
Garro. Pueden consultarlo en la Notaría Número Dos de Cuernavaca, Morelos.
Ninguna editorial publica un libro si no hay un contrato que avale la obra en
cuestión, por lo tanto, la Universidad Autónoma de Nuevo León no cometió ningún
acto ilegal, ni la que habla en estos momentos.
Jesús Garro Velázquez transcribió los fragmentos de poemas de Elena Garro de mi libro Testimonios sobre Elena Garro. Biografía exclusiva y autorizada de Elena Garro (Ediciones Castillo, 2002) en su volumen Elena en la intimidad (2009). Los transcribió tal cual aparecen en Testimonios sobre Elena Garro, los poemas son fragmentos y no están todos ellos en esta biografía, por lo que en el libro de Jesús Garro Velázquez no están todos los poemas que edité y compilé en Cristales de tiempo. Poemas inéditos de Elena Garro (UANL, 2016). Esto lo pueden comprobar al cotejar ambas ediciones. Confabulario, suplemento cultural de El Universal, publicó el 11 de diciembre de 2016, dos poemas que transcribió textualmente de mi edición de los poemas de Elena Garro sin darle el crédito correspondiente a dichos poemas publicados en Cristales de tiempo... Jesús Garro Velázquez proclama tener derecho a este material, ¿por qué entonces no ha hecho su propio trabajo editorial de los poemas de Elena Garro y utiliza el mío? ¿Por qué El Universal cae en estas irregularidades?
Jesús Garro Velázquez transcribió los fragmentos de poemas de Elena Garro de mi libro Testimonios sobre Elena Garro. Biografía exclusiva y autorizada de Elena Garro (Ediciones Castillo, 2002) en su volumen Elena en la intimidad (2009). Los transcribió tal cual aparecen en Testimonios sobre Elena Garro, los poemas son fragmentos y no están todos ellos en esta biografía, por lo que en el libro de Jesús Garro Velázquez no están todos los poemas que edité y compilé en Cristales de tiempo. Poemas inéditos de Elena Garro (UANL, 2016). Esto lo pueden comprobar al cotejar ambas ediciones. Confabulario, suplemento cultural de El Universal, publicó el 11 de diciembre de 2016, dos poemas que transcribió textualmente de mi edición de los poemas de Elena Garro sin darle el crédito correspondiente a dichos poemas publicados en Cristales de tiempo... Jesús Garro Velázquez proclama tener derecho a este material, ¿por qué entonces no ha hecho su propio trabajo editorial de los poemas de Elena Garro y utiliza el mío? ¿Por qué El Universal cae en estas irregularidades?
¿cómo se
entera de la existencia de ese material inédito?
Desde que leí por primera vez Los recuerdos
del porvenir en 1976, tuve la impresión de que Elena Garro era poeta y
estaba segura de que había abordado ese género. Pero en aquella época no había
indicios; la marginación que padecía Elena Garro era brutal, no se conseguía
información y nadie quería hablar sobre ella. La noticia de que efectivamente
también era versificadora nos la dio la misma Elena en aquella carta que le
envió a Emmanuel Carballo y que éste publicó en sus Protagonistas de la
literatura mexicana, en 1986. La misiva data del 29 de marzo de 1980,
cuando vivía el ostracismo en Madrid:
En
1953, estando enferma en Berna y después de un estruendoso tratamiento de
cortisona, escribí Los recuerdos del porvenir como un homenaje a Iguala,
a mi infancia y aquellos personajes a los que admiré tanto y a los que tantas
jugarretas hice. Guardé la novela en un baúl, junto con algunos poemas que le
escribía a Adolfo Bioy Casares, el amor loco de mi vida y por el cual casi
muero, aunque ahora reconozco que todo fue un mal sueño que duró muchos años.
Posteriormente,
Elena Garro y Helena Paz Garro, en calidad de su agente litraria, me entregaron
estas composiciones poéticas para que se publicaran.
Convive mucho
tiempo y en distintas épocas con las dos Elenas. ¿Alguna vez le comentó algo,
alguna confesión de inseguridad? ¿cómo se sentía Elena respecto a su
capacidad poética?
La poesía fue siempre una de las compañeras más
asiduas y leales de Elena Garro. Desde pequeña leyó a los grandes poetas
griegos, latinos, alemanes, ingleses y españoles. De ahí que su producción
revele esa familiaridad con la poesía y que no sólo su lenguaje esté impregnado
de un excepcional lirismo, también el contenido y las estructuras de sus obras
revelen que éstas se encuentran determinadas por el orden que rige a la
imaginación, a la suprarealidad, que es decir a la poesía. En el estudio
preliminar al poemario explico que cuando se dio a conocer como dramaturga en
Poesía en Voz Alta en 1957 con sus piezas Andarse por las ramas, Los
pilares de doña Blanca y Un hogar sólido, los críticos de la época
coincidieron en su calidad poética. Por
ejemplo, Rafael Solana escribió en la revista Siempre!:
Un
hogar sólido es una obra de la más alta calidad poética y literaria,
algo de lo más bello, de lo más elevado, de lo más importante que autor
dramático alguno haya escrito en México en este siglo. (...); felicísimo
acierto, cumbre literaria, una de las más altas que el teatro poético moderno
haya alcanzado (y esta vez no estamos hablando solamente del de México, sino
también del que conocemos de otros países). (...) Un hogar sólido es una
maravilla de belleza, de poesía, de gracia, de inteligencia, de talento.
Margarita Michelena comentó
en Hoy:
Por [estas tres obras] circula
la poesía en libertad (...). Hay que ser todas las cosas, ellas mismas, por el
corazón y por la orilla. Hay que ser la poesía, la inocencia total y sagrada
del mundo. Con estas páginas de las que fluye la
frescura metafórica más rica y más viva, Elena Garro prueba (...) que la
inocencia, que la facultad de maravillarse son el mágico manantial de donde
brota, temblando en su gracia original, infalsificable, la poesía. Y que la poesía
es, a su vez, la única forma posible de recobrar la verdadera sabiduría, esto
es, la inocencia.
Entonces
para Elena Garro la poesía no le era ajena; vivía y se nutría de ella. La
marginación que padecieron sus poemas se remite a su relación con Octavio Paz,
quien le prohibió no sólo escribir poesía, sino todo lo que tuviera que ver con
el desarrollo de su talento. Como me comentó su hija Helena Paz Garro:
—¿Es verdad que tu padre le prohibió a tu mamá
escribir poesía?
Me respondió
sin titubeos.
—Mi
papá le prohibía escribir todo. No sólo poesía, todo, no la dejaba expresarse.
Recuerdo que un día yo lo fui a ver y le dije que la dejara expresarse. Y él me
preguntó: “¿Crees que así se le quite la locura?”. Yo le repliqué: “La locura
no, porque mi mamá no está loca, lo que se le va a quitar es la depresión”.
Cuando
Elena Garro me entregó estos poemas en 1997, deseaba que se dieran a conocer.
El hecho de que varios de ellos consten de varias versiones, indica su interés
por trabajarlos, es decir, darlos a la luz pública. Fueron las circunstancias
adversas las que impidieron su edición, pero esto sucedió con la mayoría de su
producción. La obras de Elena Garro no se publicaron inmediatamente después de
su escritura, siempre se quedaron guardadas u olvidades en sus míticos baúles
por los preceptos machistas de Octavio Paz y de la cultura mexicana en general.
Elena expresó en los años 60: “En México, por el simple hecho de ser mujer,
todo queda invalidado... En México, apenas una mujer es un poco inteligente,
tiene otras aspiraciones; quiere trabajar, escribir, hacer algo, todos se
confabulan para ver ‘qué le hacen’, cómo la destruyen, cómo la dañan”. Estas
frases siguen vigentes, ¿no?
Dicho por
usted, lo más difícil fue ordenar el
material, ya que algunos textos
presentaban mayor trabajo estético, una estructura, rítmica y prosodia más
elaborada que en otros, no todos estaban fechados “ya que ella era enemiga del
tiempo cronológico”. Además, algunos poemas tienen dos versiones. Quienes hemos
leído acerca de la vida y temperamento de Elena Garro, sabemos que ella era
así: disipada, despreocupada, libre. El misterioso baúl que aparece y
desaparece a través de sus múltiples mudanzas, por aquí y por allá. No
sorprende que la despreocupación por su material poético corriera con la misma
suerte. ¿Por qué decide nombrar al libro Cristales de tiempo?
Yo creo que se ha construido una leyenda en torno a
una Elena Garro despreocupada por su obra. Me parece que es una percepción falsa
y equivocada. Hay una serie de circunstancias que algunos estudiosos de Garro
se niegan a reconocer. Al casarse con Octavio Paz, sus proyectos intelectuales
quedaron truncados por la autocracia de Paz. Durante veinte años se convirtió
en la sombra del marido. Después, cuando por fin pudo darse a conocer como
escritora, se involucró en la lucha de los desamparados, enfrentó al sistema
político mexicano y a los intelectuales coludidos con el poder. Esto le
ocasionó enemistades poderosas que le hicieron la guerra, la desacreditaron y
terminaron por eliminarla de la vida política y cultural. Por su posición
contestataria, no pudo tener tranquilidad para desarrollar sus proyectos
literarios, a diferencia de los escritores allegados al gobierno que recibían prebendas,
y por lo tanto, publicaban sin ningún contratiempo. Por otro lado, no hay que
olvidar que Elena fue un ser de muchos intereses y combates: escritora, pero
también activista entregada a las causas de justicia social y de la democracia.
Sin embargo, siempre defendió su vocación de ser escritora. Creo que cuando
negaba o tomaba a la ligera este oficio, era su mecanismo de defensa ante el
ninguneo que padecía al lado de las figuras masculinas prepotentes que la
rodeaban. Esto persiste hasta hoy en
día, basta ver la edición de Reencuentro de personajes que lanzó la editorial española Drácena en pleno centenario del natalicio de Elena Garro. Es
como si estuviéramos viviendo hace 50 años, cuando sus correligionarios se
burlaban de su lucha en favor de los desamparados, la acusaban de perseguir a
Octavio Paz y de promiscua. Drácena retoma estas aseveraciones sexistas y
misóginas y las imprime nada menos que en una de las novelas más innovadoras de
la literatura en lengua española. La cizaña salta a la vista: hay que
desacreditar el talento femenino para que no quede en entredicho la mediocridad
del masculino. Estamos una vez más ante la insolencia de los patriarcas que
lanzan afirmaciones sin fundamento, porque la sociedad les permite hacer y
decir lo que les venga en gana. La impunidad impera en todos los ámbitos.
Por lo
tanto, no estoy de acuerdo con ese mito de la escritora indiferente a su obra,
al contrario, Elena Garro asumió este oficio como muy pocos lo han hecho, ya
que escribió en las peores condiciones de vida y dejó un legado valioso en cada
uno de los géneros que abordó: en el periodismo, teatro, novela, cuento,
libretos, poesía, memorias.
Me
preguntas, ¿por qué titulé su poemario Cristales de tiempo? Por dos
razones: una, porque el tiempo es uno de los leit motivs en toda su obra
y siempre adquiere las formas más inimaginables o inesperadas, y dos, porque
para mí cada poema representa la cristalización de un recuerdo que pervive en
su memoria; en la memoria —nos dice Elena Garro— se conjugan el
pasado, el presente y el porvenir. Y ésta es la esencia en sus poemas, como en
el resto de su producción. Helena Paz Garro recibió con alegría el título.
El libro se divide
en cinco capítulos...
Sí, la “Infancia en la memoria”, que reúne los
textos en los que aparece la nostalgia por el “paraíso perdido” que en la obra
de Elena Garro es siempre la infancia; “Horror y angustia en la celda del
matrimonio”, consta de los poemas que capturan sus experiencias al lado de
Octavio Paz, ninguna de ellas alentadora; “A mi sustituta en el tiempo”, es el
encabezado de uno de sus poemas más emblemáticos y que titula esta sección,
este apartado se caracteriza por la diversidad temática pues compila las
composiciones a su hija Helena, a su madre Esperanza, a su tío Boni, a José
Stalin, entre otros; “Bioy, tú me diste una tan buena lección que yo ya no
puedo enamorarme de nadie, ni siquiera de Bioy”, representa al grupo más
prolífico con los poemas de amor y desamor al escritor argentino y “La poética
del exilio”, la menos abundante, sin embargo la que contiene sus dos poemas más
extensos: “Lola” con 298 versos y “Vamos unidas” con 921. En este último
aparecen todos sus ciclos existenciales; es su epopeya, su canto a la vida, a
la infancia paradisiaca, a sus batallas, a sus derrotas y su crítica punzante
al poder, a todos aquellos que traicionan la verdad y la libertad.
La poesía de Elena
Garro lleva tintes de filosofía existencialista, del romanticismo alemán: lo
onírico, el Doppelgänger y lo surrealista, pues ella era conocedora de las
vanguardias europeas de los años 20 y 30. En Cristales de tiempo el leitmotiv
es el manejo del tiempo, la memoria y la infancia. Su poesía es íntima y a la
vez vanguardista. Evoco estos versos que
me encantaron:
La voz viene del centro profundo de mi ombligo.
Hay quien vive adentro del ombligo
y que me llama.
(…)
Me busco, Me encuentro.
Nadie levanta la bacinica que cubre paisajes, pájaros vistos en
deslumbrantes copas,
El pico de la estrella de la cual colgaba yo
Sí, es uno de los poemas de largo aliento de Elena
Garro: “El llano de huizaches”. Cuando yo leí por primera vez este poema pensé
inmediatamente en Coyolxauhqui, la diosa lunar azteca desmembrada por su hermano
Huitzilopochtli, el dios de la guerra. La inteligencia y la insubordinación
femeninas en el poema y en el mito son castigadas por la supremacía masculina,
que no tolera el conocimiento y la rebeldía en las mujeres. En textos como
éste, Garro demuestra su cercanía con las vanguardias europeas de las primeras
décadas del siglo pasado; las imágenes surrealistas parecen pintar con palabras
un cuadro a la Salvador Dalí, ¿verdad?
¿A quiénes dedica
Elena sus poemas?
Concretamente algunos de sus poemas tienen
dedicatorias, otros sabemos que se los dedica a algunos de sus familiares por
el título o el contenido de los mismos; ahora, de manera simbólica, podríamos
decir que algunos de sus poemas reflejan la opresión femenina bajo los
estatutos patriarcarles; son un espejo para reflexionar sobre la condición
femenina. Por ejemplo, el poema dedicado a Octavio Paz, titulado “O”:
Todo
el año es invierno junto a ti,
Rey
Midas de la nieve.
Huyó
la golondrina escondida
en
el pelo.
La
lengua no produjo más ríos
atravesando
catedrales ni eucaliptos
en
las torres. (...)
O su
poema “Soledad”:
Se
cierran las persianas, se corren las cortinas
y
se encierra a la noche en una pieza.
Las
sillas, el canapé tendido, el secreter y los espejos
se
miran entre sí.
Una
amenaza se prepara.
¿De
qué serán testigos esta noche?
La
casa está en tinieblas. (...)
Y de igual manera, “Hoy ármese
mi mano”:
Hoy
ármese mi mano,
enciéndase
la luz verdosa con el odio.
Hace
tiempo que tengo un enemigo.
Estamos
frente a frente.
La
puerta se ha cerrado.
Algo
trama. (...)
En el primero establece un símil o una comparación
entre “O” y el Rey Midas: éste convertía todo en oro y “O” todo lo transforma
en hielo. Es decir, la mirada femenina describe al poder masculino
deshumanizado y carente de imaginación, de magia, de poesía. Mientras que en
“Soledad” y en “Hoy ármese mi mano”, la voz lírica está a la defensiva para
enfrentar al enemigo que la acecha, que no le permite ser, en el sentido
existencial, humano y artístico.
Elena Garro pasó
por momentos en que se reveló y otros
momentos en que se desdecía de lo que
había dicho. Esto es, según usted, porque “Elena muchas veces tenía que ceder
ante la prensa para tener un poco de espacio, para llevar la fiesta en paz con
Paz”. La historia que subyace en el
ocultamiento del material poético de Elena, una vez más, es Octavio Paz.
Octavio, El poeta. Patricia, ¿fue
prohibición de Paz que ella no incursionara en el género?
Sí, Elena Garro me lo confesó a finales de 1997:
Octavio Paz le prohibió escribir y menos publicar poesía, porque ése era “su”
terreno. Por eso sus poemas se quedaron rezagados siete décadas. También se ha
construido todo un mito en torno a que Octavio Paz apoyó la publicación de
algunas de las obras de Elena Garro. A Paz le convenía aparecer ante el gremio
como el esposo e intelectual
“progresista” que no obstaculizaba el trabajo literario de su cónyuge.
Pero esto es una farsa. Paz la “apoyaba” cuando le convenía o para retribuirle
algún favor que le había hecho Elena.
Entre los
hechos que me siempre me han llamado la
atención están todos esos rumores que giran en torno a la novela Los recuerdos del porvenir. El primero,
Elena intentó quemar la novela y fue Octavio y no el primo de Helenita La Chata, quien lo rescata del
fuego. Segundo,
Octavio formó parte del jurado cuando la novela gana el Premio Xavier
Villaurrutia (1963). Claro ejemplo, dicen, de que él siempre apoyó a Elena
(parece que esta aseveración confirma,
más que desmentir, que Octavio Paz tenía el poder de decidir quién
publicaba y quién perdía). Tercero,
cuando la novela se vuelve a editar -corríjame si me equivoco, por favor- en la
década del ochenta, es Octavio quien, una vez más, saca a Elena del atolladero,
cuando ésta se encuentra en la peor de las miserias. ¿Cuál es la verdad?
Te voy a responder con un apartado de mi libro, El asesinato de
Elena Garro (2a. ed. Aumentada, 2014, pp. 247-251), en donde el lector
puede ver las fuentes citadas y que aquí omito para darle agilidad a la
lectura.
La vida itinerante de
Elena Garro se conjuga con los avatares de Los recuerdos del porvenir. El
manuscrito permaneció en sus legendarios baúles y estuvo a punto de perderse en
dos ocasiones. Primero, entre 1956-1957, cuando la familia Paz Garro vivía en
la avenida Nuevo León 230, en la Ciudad de
México. Ahí lanzó el manuscrito al fuego; su sobrino Paco (Francisco) Guerrero
Garro lo rescató de las llamas y su hija Helena lo conservó. Más tarde, cuando
la expulsan de México a principios de 1959, en su paso por Nueva York con
destino a Europa, deja un baúl que contenía Los recuerdos del porvenir en
el Hotel Middletown; al año siguiente su hermana Estrella lo recoge y se lo
lleva a Francia.
De acuerdo con Helena, su
madre escribió la novela en Berna (1952-1953), y agrega además que la retomó y
terminó durante su estancia en Gstaad, Suiza, en el invierno de 1960-
1961.
La primera vez que Garro
intentó publicarla fue en 1957:
Los recuerdos del porvenir desde hace seis años que la quise publicar y no se pudo, porque no
hubo quién. ¿En el Fondo de Cultura Económica?, tampoco quisieron, que porque
no se vende ese tipo de obras, según dijeron y, ¡claro!, cómo se van a vender
si no les hacen ninguna promoción publicitaria. Pero, en cambio, publican
cuanto libro de economistas tercerones europeos cae en sus manos.
A mediados de los años
cincuenta, Paz había instigado el affair entre Elena y Archibaldo Burns
para después dedicarse a desacreditar a su
cónyuge, como si él fuera la personificación de la fidelidad. La relación
Garro-Burns se convierte en el escándalo del medio intelectual. El matrimonio
Paz-Garro se deteriora ante el cotilleo, y la vida se convierte en un campo de
batalla de altercados y pugnas. Paz, “ofendido”, no apoya la publicación de la
novela; al contrario, parece ser que azuza su destrucción. De acuerdo con Paco
Guerrero Garro:
Con mucha frecuencia, yo solía pasar temporadas
en la casa de Octavio y Elena. Entonces vivían en un departamento en las calles
de Nuevo León, el que mi tía Elena había decorado en tonos marrones y dorados,
con algunos detalles de verde muy oscuro.
Recuerdo que estando yo de vacaciones llegué a
visitarlos, pues la Chata y yo, que habíamos crecido a la par, éramos como hermanos;
hacíamos muchas cosas juntos, ir a fiestas, salir con los amigos. Además, yo
amaba especialmente a mi tía Elena y, para mí, era un placer estar con ella.
Desde mi llegada, noté una tensión aguda entre
Octavio y Elena. Discutían acaloradamente en el estudio, mi tía se notaba muy
triste y en los ojos se le veía que había llorado mucho.
Una mañana, antes de irse Octavio a su oficina,
las discusiones subieron de tono y mi tía estuvo encerrada en su cuarto toda la
mañana. La Chata, que salía y entraba del cuarto de Elena, también se veía muy
deprimida.
Me extrañó que no se oyera el sonido de la
máquina de escribir de mi tía, pues todas las mañanas era el sonido ritual en
la casa. Ese silencio era clara señal de que algo le pasaba.
Finalmente, mi tía salió de su cuarto, vestida
elegantemente, con la rubia cabellera peinada para atrás y, con una forzada
sonrisa, nos dijo a la Chata y a mí: “Vamos a comer a Cardini”, que quedaba a
tres cuadras del departamento.
La comida fue difícil, pues aunque Elena se esforzaba
por parecer alegre, la mirada la traicionaba; la tristeza se le asomaba a los
ojos. Platicamos de cosas sin importancia y, como a las seis, regresamos al
departamento. Hacía mucho frío y caminamos rápido, pues no íbamos bien
abrigados.
Octavio ya estaba ahí y, con mirada fría, apenas
nos saludó. Mi tía se fue directamente a su cuarto, y la Chata y yo salimos a
recoger unos zapatos de raso que había mandado teñir, ya que estaba invitada a
una fiesta con unos amigos del cuerpo diplomático.
Cuando regresamos, Octavio y Elena ya estaban de
nuevo en el estudio discutiendo. Como habían cerrado la puerta no se oía bien
lo que decían, pero por el tono de voz que llevaban, era fácil discernir que se
trataba de una discusión feroz.
Octavio salió rápidamente del estudio y abandonó
el departamento. Elena salió momentos después, abrazando sobre su pecho el
manuscrito de Los recuerdos del porvenir, con los ojos anegados de
llanto.
Cruzó el salón y
al pasar junto a la chimenea, con un rápido movimiento, lanzó ahí el manuscrito
y corrió a encerrarse a su cuarto, que era su refugio.
Yo que por prudencia me había ido al antecomedor,
pero que veía todo semiescondido tras la puerta, corrí a la chimenea y saqué el
manuscrito. Afortunadamente el fuego no era muy grande y sólo chamuscó un poco
las orillas, aunque me quemé las manos y aún guardo como un grato recuerdo las
dos pequeñas cicatrices de aquella ocasión.
Lo primero que se me ocurrió fue ir al baño,
agarrar una toalla y en ella envolver el manuscrito que fui a esconder bajo mi
cama. Luego fui con Josefina, una de las criadas, a la que pregunté qué me
podía poner para las quemaduras, que eran sólo dos, pequeñas, y me echó aceite
de oliva. Luego, regresé a la chimenea y eché mucha leña, de manera que se hizo
un gran fuego.
Más tarde, contra toda nuestra voluntad y a
exigencia de mi tía, nos fuimos los dos, la Chata y yo, a la fiesta.
A la mañana siguiente, yo no quise salir de mi
cuarto hasta que Octavio se hubiera ido. Cuando lo oí salir, corrí al cuarto de
mi tía, que sentada sobre la cama lloraba abrazada a la Chata. La abracé yo
también y los tres, contagiados, lloramos juntos.
“¡Cinco años de trabajo, carajo!”, dijo de
repente mi tía y fue, en camisón, a ver la chimenea que sólo tenía ya blancas
cenizas y algún carbón.
Ella creía que Los recuerdos del porvenir estaban
perdidos para siempre, pues sólo escribía en original y nunca hacía copias.
Aquel manuscrito era la única copia.
Creo que nunca he visto mayor tristeza en algún
rostro. Verla ahí, parada, inmóvil, con la mirada perdida sobre los restos del
fuego, me partió el alma.
Corrí a mi cuarto y, sacando el manuscrito de
debajo de mi cama, todavía envuelto en la toalla, se lo llevé a mi tía
diciéndole: “Anoche vi cuando lo aventaste a la chimenea, pero lo saqué de ahí,
mira, aquí está y no se le quemó nada”. Lo desenvolví y se lo entregué. Mi tía
y la Chata dieron gritos de gusto, me besaron y la cara de mi tía se
transformó, volvió a ser de alegría, como era siempre.
La Chata agarró el manuscrito y le dijo a su
mamá: “Ahora lo guardo yo”, y lo atesoró entre sus brazos.
Nos vestimos y salimos a la calle los tres,
alegres, pues mi tía nos dijo: “Vamos a celebrar”. Nos fuimos a Hazel y ahí nos
comimos, entre risas, todo el helado que nos cupo.
En 1962, la suerte cambia
para Los recuerdos del porvenir. Esta vez, Octavio Paz se empeña en que
la novela salga a la luz. Ese año, Elena lo había recibido y ayudado en su casa
de la Ancienne-Comédie, en París, cuando Paz sufre una serie de agravios y
humillaciones por un lío de faldas relacionado con su amante, la pintora Bona
de Pisis. En retribución por haberlo asistido, ahora impulsa la publicación de
la obra.
Carlos Barral, instigado
por Octavio Paz, le escribe a Garro en abril de 1962, expresando su interés por
la obra inédita, ya que había leído un relato suyo proporcionado por Paz. Garro
le envía Los recuerdos del porvenir, pero Barral, en noviembre de ese
mismo año, le responde que dos de los lectores la han rechazado: “La novela no
va con la corriente realista que predomina en España”.
La intervención de
Octavio Paz fue definitiva para que por fin se diera a conocer esta obra
maestra de Elena Garro. En 1962, desde París, el poeta presiona a Joaquín Díez
Canedo —quien acababa de fundar el prestigioso sello editorial Joaquín Mortiz
ese año— para que la publicara. Desde la capital francesa, Garro, motivada por
Paz, se la envía a Díez Canedo a México en 1962. La escritora comentó:
A Octavio Paz le encantaba la fiesta dada en la
casa por órdenes del general. Le parecía genial y la contaba en todas partes.
Maka Strauss vino a decirme que Carlos Fuentes y Buñuel me la iban a robar. Eso
era en 1957. No me interesó. Ya estaba medio quemada. Paz se encargó después de
que la publicara Mortiz. Nadie la quería.
Es probable que los
editores no hayan querido publicar Los recuerdos del porvenir por varias
razones; unas de carácter ideológico, y otras enmarcadas en las luchas por el
poder. Garro iba en contra del discurso oficial sobre “el triunfo de la
Revolución” con su activismo y su obra, y no se aliaba con los intelectuales
que dirigían la cultura protegidos por el
erario, entre ellos su marido. Octavio Paz había hecho lo posible por relegar
la capacidad creadora de su esposa; la novela no encuentra editor durante diez
años para no confrontar su dominio. La prueba estriba en que Joaquín Mortiz la
edita en 1963 sólo a instancias de Octavio Paz, es decir, cuando el poeta se lo
pide; no antes. La autoridad de Paz seguía en ascenso, ahora como embajador de
México en la India (1962).
Para no parecer un hombre
machista, celoso del talento de su cónyuge, promueve, hasta cierto punto, sus
obras, pero asegurándose de que la fama de Elena no sobrepase su hegemonía. Paz
sabe cómo jugar y manipular a la opinión pública.
¿Qué movió al autor de El
laberinto de la soledad a favorecer la publicación de Los recuerdos del
porvenir? Independientemente del terreno personal y la deuda que tenía con
Garro por haber obstruido su carrera durante dos décadas, Paz, afianzado en su
trayectoria diplomática y consolidado como poeta y ensayista, no se siente tan
amenazado por el ingenio de su esposa. Además, no podía seguir ocultando su
talento. Quizá la presión que ejercían escritores como José Bianco y Adolfo
Bioy Casares desde la Argentina, así como los críticos y polígrafos mexicanos
que escribían en la prensa destacando su inteligencia creadora, hayan
contribuido a que Paz permitiera, por fin, la publicación del manuscrito.
La novela obtuvo el
Premio Xavier Villaurrutia, pero, al mismo tiempo, se boicoteó al
desacreditarla: era, según los “enterados”, una obra reaccionaria:
—¿Sabe que creo que a usted se le ha tachado de reaccionaria?
—Dentro del lenguaje moderno —expresa
exhalando el humo de su cigarrillo—, la
gente repite las palabras por eslogans. Tal vez lo soy, pero yo creo que hay
que hacer lo que se dice; también por Los recuerdos del porvenir han
dicho que soy reaccionaria. Es porque ahora estamos en la época de las
clasificaciones: todos parecen necesitar una etiqueta, aboliéndose una cosa
importantísima que es la conducta personal.
Después de 1968, el distanciamiento que se dio entre Paz y Garro
permaneció hasta el final. Hubo altas y bajas en la relación de Paz con su hija
Helena, pero con Garro fue una relación fría, telefónica y epistolar. Nada tuvo
que ver Paz para que se publicaran sus obras a partir de los 80, aquí
intervinieron ya otros factores, entre ellos los admiradores de Elena que
pugnaron para que se reconocieran sus contribuciones literarias y dramatúrgicas,
entre ellos José María Fernández Unsaín, René Avilés Fabila, Emilio Carballido,
Emmanuel Carballo, entre otros.
Los nombres siguen
disminuyendo de la lista de aliados. Los
que fueron amigos poco a poco van
desapareciendo. El reciente fallecimiento del escritor René Avilés Fabila:
imponente y feroz guerrero, defensor y confeso enamorado platónico de Garro.
Patricia, no ha sentido en algún momento que se ha convertido en un proceso
demasiado arduo hacer entender a la gente, es decir, a los periodistas con sus
publicaciones, donde casi nunca falta el señalamiento de que Elena fue una
traidora y los demás rasgos poco amables. ¿Hasta dónde espera ver cumplida su
labor, la misión de Patricia Rosas Lopátegui?
Biógrafa oficial de Elena Garro.
Todas las batallas que se enfrentan en contra del
statu quo son interminables, porque los que detentan el poder, quienes
controlan los medios masivos de comunicación, a las mafias, a los oportunistas,
a los “judas”, a las “capillas literarias”, a los mercenarios, etcétera, tienen
todas las armas para defender sus tejes manejes o farsas para desprestigiar o
invalidar la lucha de los insurrectos. Así, para responder a tu pregunta, este
tipo de luchas no tienen fin, porque estamos como David peleando en contra de
Goliat.
Debido a los
festejos por el Centenario, se le ha
recordado con reportajes, lecturas, artículos, homenajes y demás. Entre las
novedades editoriales del 2016 están dos publicaciones: el poemario Cristales
de tiempo de la Universidad Autónoma de Nuevo León y Garro. Cuentos
completos editado por Alfaguara con prólogo de Geney Beltrán.
Definitivamente, el giro novedoso es Cristales de tiempo. Sin embargo,
el libro ha sido poco comentado. ¿Cuál puede ser la causa?
México sigue siendo un país de “capillas literarias”, o de grupitos de poder que controlan a las instituciones culturales, pero lo peor del caso es que estas “capillas” no sólo existen a nivel oficial, sino que se propagan en todos los ámbitos de la sociedad; es decir, los vemos en las universidades, en las editoriales, e incluso en forma independiente se hacen grupos literarios en donde sus afiliados se dedican a alagarse, apoyarse y a promoverse entre sí. Son una especie de “Sociedad de elogios mutuos”. Y ahora también se han reproducido las “capillas literarias” entre las mujeres. Como yo no pertenezco a ninguna de esas “capillas”, pues los críticos, los escritores, los periodistas, etcétera, sean hombres o féminas, no escriben sobre los libros que publico, a pesar de ser obras que contienen el material inédito de una escritora de la talla de Elena Garro. Son grupos muy cerrados y muy celosos. Esto ha persistido por siglos y lamentablemente no veo cambios en nuestra vida cultural.
IN MEMORIAM
A un día del centenario del nacimiento de Elena Garro, fallece Rafael Tovar y de Teresa, una figura entrañable para la escritora
Elena Garro y Rafael Tovar y de Teresa sostuvieron una relación sincera y entrañable cuando la dramaturga, narradora, poeta y periodista regresó a México en 1991. Después de casi veinte años de exilio, recibió una serie de homenajes por diferentes ciudades del país. En la Ciudad de México la celebró el entonces director del Instituto Nacional de Bellas Artes, Tovar y de Teresa, e iniciaron una amistad sellada por el amor a la literatura. En la Sala de Murales del Palacio de Bellas Artes, Tovar y de Teresa dijo en presencia de la autora de Los recuerdos del porvenir: “Celebramos en ella y con ella la pasión por la literatura, el oficio puntual con la prosa insuperable. Su labor como dramaturga, novelista y cuentista enriquece las letras mexicanas, al incorporar elementos mágicos y convertir su obra en un ejemplo de ruptura y cambio. Rendimos así un merecido homenaje al talento y la vocación unidas en la figura y en la obra de esta escritora que nunca se cansa de ir y venir, de escribir en sus ires y venires, de volcar en el papel lo que le dicta esa inspiración incansable y exigente de todo gran creador. Estoy seguro de que la visita de Elena Garro a México contribuirá firmemente a que su obra se difunda cada vez más entre los mexicanos y muy especialmente entre las nuevas generaciones, porque ella, que nunca ha estado ausente entre nosotros, debe ser cada vez más una presencia viva, perdurable e insustituible de las letras mexicanas”. (El Nacional, reportaje de Guadalupe Pereyra, 1991).
Gracias a las gestiones de Rafael Tovar y de Teresa, Elena Garro fue declarada miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA)(Conaculta) en diciembre de 1993, haciéndose acreedora a una beca Vitalicia como creadora emérita.
Y curiosamente también la autora de Felipe Ángeles se fue hacia esa dimensión etérea un día sábado. Allá deben de estar hablando de libros y de la Revolución soviética y de la historia de México.
A Rafael Tovar y de Teresa, gracias.
Dra. Patricia Rosas Lopátegui