El largo bostezo de Valeria

Hace unas semanas tomé la decisión de ir despejando de mi camino la búsqueda de noticias de todo tipo, una especie de retiro voluntario para enfocarme en mi proyecto literario y vida familiar, o deberé decir (por aquellos suspicaces del análisis del discurso): para enfocarme en mi vida familiar y proyecto literario. Que eskaltear es una pérdida de tiempo, un mal hábito,  digno de personas que no tienen vida propia; se hace en secreto y es mejor que nadie, nunca jamás,  se entere. Vergonzoso. Bueno, confieso que lo hice de nuevo, sólo para confirmar dos cosas: algunas personas son aburridas y otras, pendejas. Estando en una de ésas, encontré en el muro de un varón cotinchón* el artículo Nuevo feminismo, publicado el 12 de febrero en El País. Columna a cargo de una de las escritoras más sobresalientes de la literatura contemporánea en América latina, Valeria Luiselli. El varón cotinchón, acompañó la publicación con una invitación a sus amigos para mofarse de lo escrito por Luiselli, argumentando que aportaba muy poco al feminismo. 

Leí el artículo horas antes de que la autora lo modificara, afortunadamente, por eso es que pude rescatar la frase que hizo empatía con mi forma de pensar: El feminismo actual, simplón y reaccionario, me produce largos bostezos. 

¿Fuerte? ¿Ofensivo? ¿Infame? ¿Canalla? No, simplemente honesto. No dijo nada que no hayamos pensado alguna vez una que otra oveja descarriada del santo rebaño del género femenino. Horas después me di cuenta de que el artículo había sido modificado a petición de la autora. Desde mi cuenta de Twitter le pregunté:



    
Ella respondió: 


Lo demás es historia. Luiselli modificó la línea original por esta: Haber tenido que rebobinar al feminismo de la era Sputnik, me produce largos bostezos.  Eso sí fue lastimoso, sucumbir a la presión del mea culpa acosada por feministas incómodas. 

El terrorismo feminista no existe, pero sí existe el acoso por parte de feministas. En este momento recuerdo lo que ocurrió durante la marcha Terrorismo machista en Madrid, hace dos años. En el que  un grupo de mujeres fueron agredidas porque llevaban  pancartas de "Ni machismo ni feminismo" o "La violencia no tiene género" por promocionar una ideología distinta a las de las organizadoras del evento. 



También recordarán la marcha contra Las violencias machistas,  cuando un grupo de mujeres, al grito de guerra de Yo no soy Ayotzinapa hicieron pintas al antimonumento de los 43.


Las actitudes discriminatorias,  son, desde cualquier ángulo, una falta de ética. No leí en lo escrito por Luiselli ningún atisbo de discriminación. Lo de "salir a protestar con cartulinas" hasta ahora,  ni yo lo hago todavía. No justifico los argumentos que la acusan de clasista. Provengo de una familia de clase obrera, conozco la carestía y la violencia intrafamiliar. Mi lucha y trabajo conmigo misma ha sido de otro tipo, más orgánico, más de lecturas, terapias y de búsqueda espiritual. No tuve mentores que me impulsaran a tomar el activismo como una forma de vida, ni para bien ni para mal.  Considero que se debe de tener en cuenta que existe una gran diversidad de frentes y planteamientos feministas,  que de cierta manera es normal que haya desencuentros. Es una cuestión de prioridades lo que nos define en nuestras luchas y como seres humanos. 

He aceptado que hay feminismos  que no me interesan. Por ejemplo, las mujeres que no me ayudan a sobrellevar la vida con sus altibajos familiares, como ser hija, madre o compañera, no me aportan mas que inquietud y la rara sensación de que algo deberé de estar haciendo mal.  Ahí está  Lina Meruane, escritora chilena, que publicó en México un ensayo llamado Contra Los Hijos (Editorial Tumbona) "En él, critica a los discursos sociales que han puesto en el centro a los hijos y aumentado los requisitos para que una mujer sea considerada buena madre: parir sin anestesia, alargar la lactancia, hacer tareas con los niños. Una coartada, asegura, para llevarlas de vuelta a la casa". En la misma tesitura encontramos a Samantha Villar, periodista y presentadora de televisión  española.  Fue madre de mellizos tras un largo y costoso peregrinar entre óvulos fallidos y largos meses de intentos. Escribió un libro donde comparte su experiencia  Madre hay más que una (Editorial Planeta) para romper con los tabúes que existen alrededor de la maternidad. Tener hijos es perder calidad de vida, sentencia.  Aceptémoslo,  algunos movimientos feministas llegan a volverse opresores contra los y las que no piensan ni comparten la vida desde sus argumentos. Llegan a formar parte del problema no la solución. Me estimula e inspira, sobre todo, las mujeres que son madres incondicionales de sus vástagos, que poseen el don  de servicio admirable hacia los suyos que aquellas que no desean comprender y menosprecian mi posición como madre y esposa por considerarme abnegada y en el peor de los casos  idiota, incitándome al enfrentamiento y a la emancipación, ¿emancipación de qué? ¿Por procurar el bienestar de mis hijos y compañero?

Estas son batallas que no terminan y pregunto ¿Cuándo será válido  criticar al feminismo, sin ser linchado por ello ni para avergonzarse en secreto?, ¿Es deber de todo movimiento feminista, estar unido? No lo creo. Espero que Valeria Luiselli vuelva tras sus pasos y retome lo dicho, se arme de valor y establezca su postura, de lo contrario será un largo e inútil bostezo








*Cotinchón es una palabra regionalista, del norte de México,  con la que nos formamos la idea de una persona afecta a buscar cuidados y mimos. Chiqueado. En este caso, de un hombre que busca granjearse la amistad y aprobación de las mujeres apegándose  a sus ideas. 


Artículo de opinión para la revista literaria: La libreta de Irma    

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