La manipulación mediática contra un joven católico

Hacía tiempo que no venía por acá. Segura de volver cuando la situación lo ameritara, cuando la indignación y la injusticia me impulsaran a replantear el llamado de mi espíritu,  ética y moral de nuevo. Pareceré  poco optimista,  regresar aquí,  motivada por sentimientos de indignación y de injusticia,  pero,   más vieja me pongo y menos comparto mis alegrías, placeres y dichas,  porque  existe gente que seca una planta con sólo mirarla;  impulsan ondas de vibración retorcida con generosos deseos de fracaso al prójimo.  Unos plantan un árbol, escriben un libro pero abortan a sus hijos. Por sus frutos los conoceréis.


Me siento acosada por el repetitivo discurso que promueve luchas ajenas a las de otras tantísimas mujeres que, como yo,  viven otra realidad. No esa realidad maniquea donde abunda el victimismo de la violencia de género. El derecho a decidir la muerte de otros en pos del bienestar de uno mismo: eugenesia y aborto. Hablan de los muchísimos derechos que quedan a las mujeres por conquistar, de la opresión de la cultura y de los machos. Mentira, mienten,  y algunas se tragan el cuento. Se lo tragan porque les encanta encarnar una supuesta lucha: la de "todas". 

No hables en mi nombre, detesto que lo hagas.

Tus cadenas mentales te arrastran. No sabes qué hacer con tu libertad. Te asemejas a  un perro sin dueño: sin hogar, sin pareja, o bien, pareja ocasional y sin hijos. De arrimada,  te arrimas  a alguna amistad que te invite a pasar el resto del día, vas de aquí para allá. Una veleta empoderada y libre que no se siente a toda madre porque siempre te falta algo, siempre te falta algo. Arrímate al ruido, a las causas sociales, al activismo, que vean que eres consciente, inteligente, brillante. Mientras eres sola, solita, solitita y solitaria.  De tu boca solo brotan palabras de término: "aborta", "deja", "suelta". Eres libre para decidir. No te quedes con las ganas que la familia, la ética y la moral y otras "patrañas patronales" no importan.  Deshazte de lo que yo me deshice... de lo que deje ir... de lo que eché a perder... de lo que nunca regresará. De lo que maté. De tu boca sólo brota el amor por lo efímero, la transición, lo pasajero, ser errante.  y así aconsejas a tus "hermanas" vendiéndoles un boleto al infierno:  Feminismo.  Esas sí que son patrañas matriarcales.

Los jóvenes son la esperanza de la vida, y no exagero, si esto lo hubiera escrito hace diez años me hubiera parecido una frase trillada, un cliché.  El convencimiento de lo que hoy escribo toma relevancia. Asqueada estoy de la prensa nacional e internacional, de la hipocresía y el engaño. Hace falta ser muy hábil e informado de lo que se lee y escucha,  hasta de lo que pueden creer los amigos, de lo que se nos permite conocer sin distorsiones,  pero y sobre todo, se necesita el regalo de la experiencia de la vida. En mi caso, el regalo más valioso son  mis hijos, y por ellos,  el conocimiento de valorar la vida y la familia. De sentir en carne propia que cada día es un regalo. No cualquiera ha encarnado esa frase, ni sabe de lo que hablo. Lo pondré en perspectiva.

El 18 de enero, como todos los años,  se realizó en Washington DC la Marcha por la vida, donde un grupo de estudiantes católicos de la Covington High School de Kentucky se hicieron presentes. Al finalizar la marcha los estudiantes quieren dar un recorrido por los monumentos de la ciudad.  Llegan al Monumento a Lincoln, lugar donde habría de recogerles el autobús que los llevaría de regreso a Kentucky.  La situación no hubiera pasado a ser nota internacional de no haber sido porque estos jóvenes, en particular Nick Sandmann (16), fue victima por parte de la prensa internacional y movimientos de izquierda estadounidenses. El joven fue expuesto, difamado y humillado injustamente. En el lugar ya se encontraban unos tipos,  conocidos como los Hebreos Israelitas Negros,   fueron los que iniciaron los insultos contra los estudiantes en claro mensaje de discriminación racial: supremacismo blanco. Los jóvenes permanecían en el lugar cuando, un indio americano, Nathan Phillips,   esgrimía un pandero y emitía algunos cantos, se acercó a Nick,  y en actitud desafiante le restrega muy de cerca el pandero y alza su canto.  La multitud alrededor observa, los celulares graban y los medios de comunicación planean una emboscada. El joven Nick sólo sonríe, sereno y seguro. Un joven que ha recibido los valores de una educación católica, si se le quiere llamar, yo prefiero destacar su temple y buen juicio, ese que emana de la ética. Cuando tal vorágine pasó, el nativo americano se defendió diciendo que los jóvenes lo habían acorralado.

Al día siguiente la difamación y la mentira se hizo presente en las redes sociales, twitter en particular.  Actores y simpatizantes de izquierda pedían la cabeza de los estudiantes. Exigían que se les fichara de por vida negándoles futuras becas  y entrada a la universidad. O sea, fichados y arruinados de por vida por una situación que no sucedió como los medios oficiales señalaron: New York Times, Washington Times,  CNN, entre otros del mismo corte.

El video completo ha salido a la luz. En él se ve quién acorrala a quién. Los padres de los jóvenes preparan juicio en contra de los medios y figuras que difamaron y proporcionaron información de los estudiantes.

Prepárense. La justicia tarda, pero Dios no olvida.





El adolescente Nick Sandman y su opositor, un activista indio americano.
 El chico no comprende la razón del enfrentamiento, sólo sonríe, está
decidido a no dejarse provocar. El temple, las bases de una 
buena educación.

https://www.actuall.com/criterio/medios/leccion-para-los-blancos-sonreir-a-una-minoria-es-racista/
  

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